LA FRÍA INTEMPERIE




                         Guillermo de Jorge en Diario de Almería 




Georgina Oliver en Sur in English

23 abril 2021





Beatrice Lavalle

Sur Deutsche Ausgabe  29-4-2021


PALENCIA EN LA RED

 

https://www.palenciaenlared.es/charlamos-con-la-reconocida-creadora-palentina-afincada-en-malaga-charo-carrera/?fbclid=IwAR1-J1kjzDpoRfhMYwHnCdeka3jp24geXswWVZxOnHec9bG4QsrR6vKyl8M





PaCO revista de Palencia


PaCO Revista de Cultura y Ocio. Palencia

7 marzo 2021



 



EL LEGADO DE EGERIA

Sur Deutsche Ausgabe

Beatrice Lavalle.



Una viajera augusta e hispana por las vías romanas que cruzaban la Historia, que desembocaban en los santos lugares, que en medio enhebraban paisajes, costumbres, personas, vivencias, hallazgos, acerca de los que Egeria contaba a sus amigas en cartas coloquiales, de emoción atropellada su latín explorador, el verbo de una mirada que entre los años 381 y 384 supuso su experiencia literaria a la carta contenida en su libro Itinerarium ad Loca Sancta. Suena en sus páginas el oleaje del Adriático y el viento de Egipto, se derraman los crepúsculos de Alejandría, los cánticos de la oración de Constantinopla, el vino de Cafarnaúm, e iluminan la libertad de su relato las estrellas de Antioquía y la luna del Sinaí.
Es ella, la primera mujer viajera, curiosa, noble, de ojos abiertos y espíritu crítico, la inspiración de la exposición narrativa de Charo Carrera. Independiente, audaz, poética en su discurso del objeto como hallazgo y metamorfosis, como pieza trouvé a la que leerle su pasado y dotarle de nuevas posibilidades. No son obras aisladas en su estética, aunque en sí mismas, escogidas entre las demás y recolocadas en el relato que conforman, cada obra objetual, cada pieza re-creada sugiere su ánima, su discurso, su eco de lo que fue, el juego de aparentar lo que no es y lo que es. Depende de la cultura de la mirada del espectador interpretar su polisemia.
Huellas de Egeria. Huellas de Charo Carrera. Lo que una encontró en el itinerario de sus viajes animosos e indagadores entre lo pequeño y lo fastuoso, entre lo que otros construyeron y lo que otros dejaron en su avance. Aquello que la artista plástica colecciona en su pasión de aprehender en fábricas abandonadas, en casas familiares o deshabitadas con puertas cerradas en el secreto custodio de otras épocas, restos de cualquier naufragio, las esquirlas de una atmósfera muerta o en suspenso, la evidencia de un tiempo que sueña en su abandono los objetos, cualquier vestigio que recobra vida cuando Charo Carrera las piensa en verde, las examina íntima e imaginativa, las renace con una nueva fuerza que las trascienda. Suele hacerlo a través de un discurso artístico que combina el fuego, el aire, las heridas, lo ausente, lo que se intuye, todo lo que se moldea desde el dolor, desde la ternura, desde la transgresión, de la muerte que se recicla en vida.
Libros quemados, zapatos rotos, telas ajadas, catálogos pasados de arte, papeles de seda, periódicos que han dejado de serlos, hierros a los que forjarle una ruptura o un trazo, copas de agua y promesas de juventud transmutadas en griales, alambres tramados en pentagrama, nidos de raíces en los que el sol duerme sus resplandor, alfas, omegas, arcanos todos. Vulcanizados, al alcance del tacto de la luz y del espectador, presencias durmientes en su belleza plástica aguardando que la mirada del visitante los desencante y los valore, los interprete y los goce. Igual que una niña francesa que con su letra de infancia agradece en el libro de la exposición, en la sala de Alfajar, la bella exposición que le ha dado ganas de ser escultora.
Quién sabe si lo logrará, si un día confesará en su vocación la huella de Charo Carrera, la presencia de su personal arqueología del arte donde lo femenino, la esencia, lo matérico y lo transformador expresan su potencia, su talento, el encuentro del arte con el otro y los otros, con aquello de lo que venimos y somos.
Se mira Gea en el espejo de raíces de plantas que reina donde la luz cambia de piel en la sala; se mira el espectro de Egeria en un espejo antes de abandonar la exposición de su legado, como lo denomina la artista, de la que se sale con ganas de volver a charlarle otra mirada a su lenguaje y a las texturas de piel de cada obra que nos propone y nos cuenta.
Charo Carrera ya piensa en otros hallazgos a los que enfrentarle sus grafitos, sus geometrías y epidermis, sus verdes, sus azules, la filosofía de quién en los fragmentos de lo pequeño, de lo asumido, de lo cotidiano sabe ver lo telúrico, lo mágico, la belleza misteriosa y sugerente de una plástica que no sigue más corriente que la suya propia.






Doblete